El último Superviviente consiste en mostrar las experiencias de Bear Grylls, un antiguo militar con todos los conocimientos de supervivencia extrema que eso conlleva, por los parajes más inhóspitos y extremos que ofrece la naturaleza.
En sus programas vemos al protagonista solo por el mundo, bebiendo líquidos extraidos de excrementos de animales, cazando serpientes para comerlas asaditas en una hoguera, bajando por las ramas de un árbol del que puede caerse y abrirse la cabeza o lanzándose a las aguas heladas de un rio cuya
profundidad desconoce.
El programa tiene algunos momentos impresionantes pero, a cualquiera que sea capaz de ver más allá, no le cabe duda de que hay unos cámaras detrás haciendo parte de la expedición con él y un equipo de producción acompañando a ambos, por si ocurre algo grave y, evidentemente, dando de comer y beber a los miembros del programa y, seguramente, al propio Bear Grylls.
El último superviviente es una guía de supervivencia en condiciones extremas, su función es mostrar lo que puede hacerse si uno se encuentra en una de estas circunstancias o simplemente hacer un show con un tipo haciendo el loco por las montañas, el desierto o la selva, locuras que son reales y que el protagonista efectivamente lleva a cabo. Si luego resulta que, tras montar su tienda de campaña casera para pasar la noche, realmente duerme en un hotel, no veo mayor problema, pues la cabaña y su forma de construcción no dejará de ser un ejemplo de lo que puede hacerse si se da el caso.
nosotros no vemos mayor problema en que se espectacularicen este tipo de programas, pero es evidente que mucha otra gente no opina lo mismo y reivindican que se dé crédito a quienes acompañan al protagonista o que se especifique de algún modo que son ejemplos de cosas que pueden hacerse aunque no se lleven al extremo. Pues sí, algo así podría hacerse, pero no por ello el programa tiene menos mérito.